CADA QUIEN LUCHA CONTRA SUS PROPIOS DEMONIOS.
Mis demonios no pueden parar de reír, ahora son mis amigos. Cuándo aparecen, los miro de reojo y les sonrío. Son muy divertidos cuando son comprendidos. Yo les cedía todo el poder que tenían sobre mí. Sentía miedo, me creía débil, no me conocía. No era consciente de lo poderoso que soy en el mundo espiritual.
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Mi demonio de la pereza solía sabotear mi productividad. Hoy elijo la acción y la determinación.
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Mi demonio de la ira solía desencadenar conflictos. Encontré el autocontrol y la paz interior como mi respuesta.
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Mi demonio de la envidia solía hacerme desear lo que otros tenían. Y si lo conseguía, siempre quería más que ellos. El cultivo de la gratitud iluminó mi camino.
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Mi demonio de la lujuria solía nublar mi juicio. La autoconciencia y el respeto por mí mismo me guían ahora hacia mejores elecciones. Aún lucho constantemente contra él, pero hemos llegado a concordar pactos y tratados de convivencia.
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Mi demonio de la avaricia solía anhelar más y más y más. Descubrí que la generosidad y la compasión enriquecen mi ser interior y mi alma.
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Mi demonio de la soberbia solía hacerme creer superior a los demás. La humildad me conectó con la divinidad y la madre Tierra.
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Mi demonio de la gula solía tentarme con excesos. El autocontrol, el equilibrio y la moderación nutrieron mi bienestar. Aún libramos batallas, pero en cada una hacemos alianzas de tregua y pausa cuándo son justificadas.
Gracias a todos mis demonios, por permitirme ver la oscuridad en mí. Ahora sé dónde llevo mi Luz y sé cómo reconocer la Luz que guía mi camino.