Nació en 1884 en la parte trasera de un vagón cerca de Viena, en el seno de una familia circense. Se llamaba Katherina Brumbach, pero el mundo la conocería como Katie Sandwina.
Desde joven, su físico era extraordinario: fuerte como su madre, alta como su padre. A los 14 años ya hacía paradas de manos sobre el cuerpo de su padre… y derrotaba a hombres en competencias de fuerza. Uno de ellos fue Max Heymann, quien perdió… y se enamoró. Se convirtió en su esposo y compañero. En las funciones, Katie lo levantaba sobre su cabeza como si fuera una pesa liviana.
En 1902 venció a Eugen Sandow, el hombre más fuerte del mundo, levantando más peso que él. En honor a esa victoria, adoptó el nombre Sandwina.
Su récord como la mujer más fuerte del mundo no fue superado sino hasta 1987.
Tras su retiro del circo, actuó con Max en restaurantes de Nueva York para atraer clientes. Pero su fuerza no era solo física. Fue también una activista, luchó por los derechos de las mujeres y fue vicepresidenta de las Damas del Circo Barnum & Bailey.
Katie no era solo un espectáculo. Era una mujer que desafiaba los moldes de su época. Y los levantaba, literalmente, sobre su cabeza.