Para el alma enamorada, la entrega es total, íntima, pero no por ello puede develarse el misterio último de la esencia personal. Cada ser es un misterio, pero en ese misterio, el amor instala su tienda.
Me tienes y soy tuya. Tan cerca uno del otro
como la carne de los huesos.
Tan cerca uno del otro
y, a menudo, ¡tan lejos!…
Tú me dices a veces que me encuentras cerrada,
como de piedra dura, como envuelta en secretos,
impasible, remota… Y tú quisieras tuya
la llave del misterio…
Si no la tiene nadie… No hay llave. Ni yo misma,
¡ni yo misma la tengo!