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Cada mañana, antes de que el sol tocara el cielo, María empujaba
su carrito de tamales por las calles de Ciudad de México.
Sus manos, endurecidas por el
trabajo, apenas podían sostener la olla caliente,
pero ella no se quejaba.
Siempre sonreía. Siempre decía:
“Con lo poco que tengo, lo tengo todo.”
A sus pies, envuelto en una cobija rota, dormía su hijo Emiliano,
de 4 años. No tenía con quién dejarlo, así que él la acompañaba
cada día, durmiendo sobre un pedazo de cartón mientras su madre
gritaba con esperanza:
“¡Tamales calientitos! ¡De rajas, de pollo, de dulce!”
Muchos pasaban sin mirar. Otros la señalaban, criticaban, susurraban
que un niño no debía estar ahí. Pero ella lo miraba con ternura y le
susurraba:
"Un día, tú no vas a vender tamales… tú vas a estudiar, hijo.
Vas a lograr lo que yo nunca pude."
Una mañana lluviosa, un joven se detuvo. No fue por los tamales,
fue por la mirada de ese niño dormido bajo la lluvia. Compró uno…
luego volvió al día siguiente… y al siguiente. Un día le preguntó a María:
—¿Puedo tomarle una foto?
Ella dudó, pero aceptó. La imagen se hizo viral: "
La madre que trabaja bajo la lluvia mientras su hijo sueña en la calle."
Y esa imagen cambió sus vidas.
Personas de todo el país ofrecieron ayuda. Una beca, ropa,
un techo. Pero lo más grande fue que Emiliano, el niño del
cartón mojado, hoy estudia en la universidad.
Está por graduarse en Derecho. Cuando le preguntaron
qué lo motivó, dijo:
"Cada noche veía los pies de mi mamá llenos de ampollas…
y me prometí que un día, ella caminaría tranquila.
Que sus pies solo tocarían alfombras, no charcos."
María ya no vende tamales. Emiliano la cuida, la honra.
Y cada vez que le preguntan de dónde viene,
él no oculta su historia.
Porque su mayor orgullo no es ser universitario…
sino ser hijo de una guerrera !
Traido de la red.