¿Por qué me cuesta ponerme a hacer las cosas?

¿Por qué me cuesta ponerme a hacer las cosas?

“Me cuesta ponerme a hacer las cosas”. En los últimos 20 meses, muchas personas comparten esta sensación. Es como si de pronto, el ánimo, la iniciativa e incluso la motivación se hubieran escapado por las alcantarillas de la apatía constante. Es una sensación pegajosa que imposibilita rendir en el trabajo, disfrutar de nuestras relaciones e incluso proyectar objetivos a largo plazo.

Este tipo de realidad no es algo trivial. Esa falta de ganas e incluso de ilusión cotidiana es como el óxido que se impregna en nuestro músculo mental para debilitarlo poco a poco. Percibir esa baja eficacia, notar que cualquier cosa nos cuesta un mundo y que necesitamos dos horas para algo que podríamos resolver en media hora mina el ánimo y, sobre todo, estresa.

Es importante monitorear este tipo de situaciones. No podemos dejar que esta experiencia debilitante nos acompañe más allá de dos o tres días. En caso de que esa sombra nos persiga durante semanas o meses, puede ser signo de algún problema psicológico, como por ejemplo, depresión o ansiedad.

Pueden existir causas que debemos considerar. Hay días que podemos con todo y días en que todo nos puede. No obstante, que esto sea así es perfectamente normal. Es imposible mantener siempre la misma actitud inquebrantable ante la vida, el mismo ánimo y las mismas ganas. Somos personas, no robots y tener altibajos, pasar por ciertas épocas en que lo vemos todo negro y escasean las ganas y las motivaciones es permisible, además de común.

Aun así, cuando uno se habitúa a poder con casi todo es cierto que sentir esa flojera o esa falta de empuje, contradice e incluso asusta. No podemos descartar algún problema de salud, como el déficit de algún nutriente, como el hierro, el magnesio, el zinc o las vitaminas del grupo B. Las alteraciones de la tiroides, así como cualquier alteración hormonal, también suele cursar con ese desánimo o falta de energía física. Mucha atención con eso!

Podríamos tener exceso de preocupaciones e incertidumbres. Decía John Milton que la mente puede hacer de nuestra vida un cielo o un infierno. Así, cuando pasamos por esas épocas en que las preocupaciones son muchas y los días de calma son pocos, el cerebro puede recurrir a los clásicos bloqueos por estrés. Es como una interrupción en la actividad de nuestros cognitivos. De pronto, estos se enlentecen, cuesta pensar, atender, reaccionar y responder.

Todo ello se debe a ese exceso de preocupación acompañada, a su vez, por un estado emocional marcado por la angustia y la ansiedad. Asimismo, la propia incertidumbre ante el futuro también nos deja “atascados” y suspendidos en ese estado de entumecimiento mental del que tanto nos cuesta salir.

Estás procrastinando, pero ¿por qué razón? “Me cuesta ponerme a hacer las cosas, sé que cuando antes empiece antes terminaré, pero no encuentro ánimo ni motivación y termino por echarme atrás. Lo peor es que actuar así me hace sentirme mal y todo empeora, el malestar crece”. La procrastinación es un mal compañero de vida porque más allá de la dilación en el cumplimiento de nuestras tareas, lo que logra es incrementar las emociones negativas. La imagen que tenemos de nosotros mismos se distorsiona, nuestro sentido de autoeficacia se pierde y sin darnos cuenta acabamos cavando el túnel perfecto para la depresión y la ansiedad.

Los miedos nos paralizan y desmotivan. Llevas un tiempo preguntándote por qué me cuesta ponerme a hacer las cosas. Han pasado varios días y percibes que el ánimo no retorna, que todo se te hace una montaña y que esa montaña está a punto de derrumbarse sobre ti. En caso de que te notes de este modo, pregúntate a qué le tienes miedo. Decía el gran comunicador social Eduard Punset que la felicidad es ausencia de miedo. Es una gran verdad. Sin embargo, en gran parte de las veces ni tan solo somos conscientes de que esa emoción impregna todo nuestro ser y cada habitáculo de nuestra mente. Tememos al futuro. Nos da miedo no saber. Nos angustia que las cosas no salgan como esperamos. Esas sensaciones orquestadas por ese temor silencioso acaban por recortar la motivación. También por opacar la esperanza y debilitar la motivación.

Me cuesta ponerme a hacer las cosas y no es pereza, es infelicidad

A veces me cuesta ponerme a hacer las cosas. No por pereza, sino por mal humor. Porque me siento enfadado sin saber por qué y esa irritabilidad se adhiere y me impide actuar. Ahora bien, a menudo, el mal humor es solo el tapón de una botella, de un frasco que al abrirlo, desprende otras realidades, otras sensaciones. Una de ellas es la infelicidad. En este sentido, ser conscientes de que la vida que llevamos no es de nuestro agrado, que hay algo que desafina y que no nos atrevemos a resolver. Cuando el estilo de vida que llevamos no sintoniza con nuestras necesidades, deseos y valores, todo nos cuesta un infinito y nos ahogamos en esos agujeros negros. No es bueno seguir atrapados en este tipo de realidades.

Sea cual sea la situación que motive esa falta de motivación, es necesario hacer cambios. Actuemos porque el mejor motor para la felicidad, el cambio y el bienestar es atrevernos a tomar nuevas decisiones. El avance entonces no tardará en llegar.

Termina así, señoras y señores, nuestra clase de espiritualidad del día de hoy. Que tengan buenos días!

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Muy buena informacion gracias por compartirla

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A mi me ayuda mucho mantenerme ocupada, me anima, me hace sentir útil y necesaria :pray:t3:

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