"¡Vamos, Noelle, yo también quiero ir!"

Era un parque acuático animado, donde todos disfrutaban de las aguas cristalinas y los colores vibrantes a su alrededor. Toboganes sinuosos y emocionantes resbaladillas se erguían majestuosamente en el paisaje, mientras risas de niños y adultos se mezclaban con el sonido del ambiente.

Noelle, una niña pequeña, estaba en la cima de uno de los toboganes más altos. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de ansiedad y emoción, mientras su hermano Eric, un poco mayor, estaba detrás de ella, riendo y animándola: “¡Vamos, Noelle, yo también quiero ir!”

Con una mirada de preocupación, Noelle miró a Eric y murmuró: “Pero tengo miedo. ¿Y si termino en el infierno?”

Eric rió, colocando su mano tranquilamente en su hombro e intentando calmarla. “No, Noelle, no vas a ir al infierno solo por bajar por un tobogán, te lo garantizo.”

Con una última mirada vacilante al tobogán, Noelle finalmente estuvo de acuerdo. “Está bien, Eric.” Y, al siguiente momento, él la empujó. Noelle bajó por el tobogán, gritando de alegría y emoción hasta caer en la piscina con un gran chapoteo.

Eric rió satisfecho y, haciendo un gesto con la mano indicando que él lo haría aún mejor, se preparó para bajar por el tobogán a gran velocidad, ansioso por su propia aventura acuática.

Tomó distancia y, dando grandes pasos, saltó, deslizándose por el tobogán. Mientras bajaba a toda velocidad, sentía el viento, el agua mojando el tobogán y la adrenalina fluyendo. Sin embargo, de repente, entró en un túnel azul, y la oscuridad lo envolvió por completo. “¿Qué pasó? ¿Todavía estoy en el tobogán?” Se preguntó, con los ojos muy abiertos de miedo.

Pero continuaba bajando, cada vez más rápido, a una velocidad absurda. Luego, comenzó a escuchar gemidos, personas gritando: “¡Ayúdame!” Otros decían: “¡Quiero salir de aquí!” Y otro más: “Mamá, quiero a mi mamá.” Entre los sonidos de los gemidos, escuchaba el sonido de látigos y garras, como si algo malévolo estuviera castigando.

Todo comenzó a volverse rojo, sintió que el calor aumentaba y comenzó a sudar aún más. Sus manos comenzaron a temblar y gritó: “¡No quiero ir al infierno! ¿Qué hice para merecer esto?” Fue entonces cuando recordó todas las maldades que había hecho: dar golpes a sus hermanas, arrojar un nido con pájaros al río y tomar dinero del bolso de su madre, culpando a su hermana.

Al darse cuenta de que había hecho tantas maldades, cerró los ojos y clamó: “Pido perdón, perdón por las maldades que hice, pero por favor, no me lleves al infierno. Si tengo otra oportunidad, haré todo diferente.” De repente, vio el final del túnel acercándose y al pasar por él, cayó en la piscina. Salió del agua, escuchando las risas de los niños y adultos conversando. Su hermana estaba al borde de la piscina riendo y dijo: “Vaya, eres un cobarde, gritaste mientras bajabas por el tobogán.”

La abrazó y se arrodilló, hablando sinceramente: “Pido perdón, hermanita, por todo lo malo que hice.” Ella lo miró con una expresión confundida, tratando de entender. Después de ese día, Eric fue un niño diferente, pero nunca olvidó el día que bajó por el tobogán. Como dice el refrán, algunas personas necesitan un empujoncito para cambiar sus acciones, en el caso de Eric fue un descenso por el tobogán hacia el infierno.

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pobre niño yo creo q no se vuelve a meter a ese tobogán, el miedo lo hizo arrepentirse de sus travezuras, buena lección

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Se arrepintio a fuerza…

Hola @ReneeNaty como va lo de la mano?

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