AL LLEGAR A BRASIL Y VER DE CERCA LA ESCLAVITUD, CHARLES DARWIN ESCRIBIÓ ESTE RELATO:
′′Cerca de Río de Janeiro, mi vecina de enfrente era una vieja señora que tenía unas tarraxas con las que aplastaba los dedos de sus esclavas. En una casa donde estuve antes, un joven criado mulato era, todos los días y en todo momento, insultado, golpeado y perseguido con un furor capaz de desanimar hasta el más inferior de los animales. Vi como un niño de seis o siete años fue golpeado en la cabeza con un látigo (antes de que pudiera intervenir) porque me había servido un vaso de agua algo turbio…
Y esas son cosas hechas por hombres que afirman amar al prójimo como a sí mismos, que creen en Dios, y que rezan para que Su voluntad se haga en la tierra! La sangre hierve en nuestras venas y nuestro corazón late más fuerte, al pensar que nosotros, los ingleses, y nuestros descendientes estadounidenses, con su jactancioso grito en favor de la libertad, fuimos y somos culpables de este enorme crimen."
(Charles Darwin. “El viaje del Beagle”)
