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Una yegua libre camina sola las calles alemanas hace 15 años,
como si siguiera una promesa invisible. En Frankfurt (Alemania),
todos conocen a Jenny, la yegua blanca que, incluso cuando su dueño
ya no pudo cabalgarla, se negó a olvidar su camino ni su historia.
Sin jinetes. Sin riendas. Solo su memoria y un pequeño cartel
colgado de su cuello: "Mi nombre es Jenny. No estoy perdida,
solo estoy paseando. Gracias."
Cada amanecer, Jenny pisa las calles con la dignidad de quien
lleva en su lomo no solo recuerdos, sino una vida entera de amor,
lealtad y silencios compartidos. Vecinos la esperan con caricias,
frutas y palabras suaves. Algunos la ven como un símbolo de fidelidad.
Otros, como un poema viviente que recorre la ciudad.
La policía y los veterinarios vigilan en silencio, sabiendo
que Jenny no necesita protección: ella protege una memoria,
una promesa que sigue cumpliendo sin pedir nada a cambio.
En 15 años no ha causado un solo incidente.
Solo ha dejado huellas, sonrisas y lágrimas discretas
en quienes entienden que su andar no es un simple paseo:
Es una historia de amor que se niega a morir.