Butterfly McQueen: la mujer detrás del grito, la voz que quiso ser libre
“¡No sé nada sobre cómo dar a luz a un bebé!”
Esa frase la inmortalizó en “Lo que el viento se llevó”. Su personaje, Prissy, se volvió parte del imaginario del cine. Pero la actriz que lo interpretaba, Thelma McQueen, no era nada parecida a ese papel. Por eso, decidió reinventarse. Legalmente cambió su nombre a Butterfly McQueen. Como si sus alas quisieran llevarla más allá de los estereotipos que Hollywood le había impuesto.
Nació en Tampa, Florida, en 1911. Su carrera fue breve pero intensa. Siempre fue crítica del papel que le tocó representar: una criada temerosa, infantilizada, pensada para entretener a una audiencia blanca. McQueen nunca estuvo cómoda en ese molde. Su vida posterior fue un acto constante de resistencia y pensamiento propio.
Fue atea convencida, defensora de la libertad de pensamiento y ferozmente independiente. Tanto así, que en su testamento dejó indicaciones precisas: su cuerpo debía ser donado a la ciencia médica, y sus propiedades destinadas a la Fundación Libertad de Religión. Una manera de seguir diciendo, incluso después de su muerte, que su fe era la razón y la autonomía.
Amaba a los gatos. Muchos vivieron con ella. En su obituario quedó registrada su última preocupación: que no terminaran en hogares donde no fueran amados. Incluso pidió que fueran sacrificados para evitarles una vida indeseada.
Murió en 1995, a los 84 años, en Georgia. Pero su legado no se encuentra solo en un grito cinematográfico, sino en cada acto de dignidad silenciosa con el que defendió su derecho a ser más que un personaje.
Butterfly no fue Prissy.
Butterfly quiso ser libre.
Y lo fue.