El mundo se divide en dos. Los que creen en un dios y los que tienen convicción en sí mismos. Creer en un dios es una opción valedera entre los millones de dioses y diosas que existen. Cada uno puede crear y creer en el que desee y como lo desee. Tener la fuerza interior es un proceso solitario. Es ser dueño y señor de su destino, poseer el carácter, la fortaleza, la capacidad de construir la vida sin esperar que de afuera llegue una ayuda o una limosna. Pero no se puede juzgar o condenar al creyente, como no se puede juzgar al que no cree. Dios es un concepto, una idea, un pensamiento, que vive en la mente… y el hecho que se suponga su existencia, no se puede imponer u obligar a otro a aceptarla. ¿Cuál dios prima o es más importante sobre todos los dioses que existen? Zeus, Jehová, Krisna, Júpiter, Isis, Atenea, etc. Pero, si por un momento se mira en el interior; cada uno es el dueño de su vida y la construye de acuerdo con su actitud, dedicación, esfuerzo, voluntad y constancia. Imponer una creencia sobre la libertad es anular la libertad. Si usted cree en dios es su creencia, no la de los demás, si uno «No» cree en dios es su concepción que no se puede imponer a los otros. La libertad del pensamiento consiste en eso, ser libre mentalmente. Usted ha ingresado a esta página por su libertad, no por imposición. Igual puede abandonarla si lo desea, pero no puede, imponer su creencia, ni ingresar a insultar. De la vieja religión o «Panteísmo» nacieron todos los dioses que hoy existen, usted puede elegir creer o no. Es su libertad.
