LAS BLAQUIER (MALENA)
Todo comenzó a mediados de siglo XIX, en Lobos,Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Allí fundaron la estancia “La Concepción” Juan Blaquier y Sagastizábal y Agustina Oromí Escalada, sobrina de Remedios Escalada de San Martín, su madre, Maria de las Nieves, es considerada como una de las Patricias Argentinas que donaron fondos para comprar las primeras armas de la Patria, habiendo sido enviado a los Estados Unidos, a esos efectos, el hijo de Don Cornelio Saavedra.
El matrimonio tuvo nueve hijos. Uno de ellos fue Juan José Blaquier Oromí, quien se casó con la heredera de una de las mayores fortunas del país, Amalia Valentina Anchorena Castellanos.
Ella fue quien patrocinó la construcción de la Basílica del Santísimo Sacramento (hoy la Iglesia más top de Buenos Aires) y heredó el Palacio Anchorena.
Pero el destino tuvo un final prematuro para ella y murió joven sin dejar descendencia alguna.
Juan José Blaquier volvió a casarse, esta vez con Mercedes de Elizalde Leal, hija de Rufino de Elizalde, ministro de Mitre.
Adquirieron una mansión en la Avenida Alvear.
Tuvieron un único hijo: Juan José Silvestre Blaquier.
Al crecer, Juan José Silvestre se ganó el apodo de “El pibe de oro” porque se decía que lo tenía todo: buen mozo, adinerado, seductor, destacado en el polo y en el tenis”.
Era codiciado por las mujeres pero 1937 se casó con la más bella:
Magdalena “Malena” Nelson Hunter.
El padre de Magdalena, Juan Manuel Nelson era el dueño de la tradicional farmacia Nelson, en Diagonal Norte y Florida, y su madre, Julia Elena Hunter Soler, descendía de una familia rica de Buenos Aires, cuyos antepasados eran dueños de casi todas las tierras de las Barrancas de Belgrano.
Hija del medio de cinco hermanos, “desde muy temprano tuvo que soportar la muerte de sus seres más queridos.
A sus ocho años, un tumor cerebral se llevó a Tatenita, su hermana mayor de apenas once”, según relata Soledad Ferrari en su libro Las Blaquier.
"Con la muerte de Tatenita, el departamento de los Nelson, ubicado en Avenida Alvear y Callao, se había convertido en un lugar triste y apagado que se volvió a iluminar cuando Malena conoció al joven más apuesto de Buenos Aires.
El amor nació en una fiesta en el Jockey Club.
Una semana antes de cumplir la mayoría de edad -el 15 de noviembre de 1937- se casaron en la iglesia de Nuestra señora del Socorro, con una boda transmitida en directo por la radio y una aglomeración de curiosos en la puerta que retrasó el ingreso de la novia, vestida de blanco por la modista más cotizada de la época: Henriette.
Fue el acontecimiento social del año.
Hubo gran fiesta, luna de miel en Europa y un primer embarazo a los pocos meses de casada.
“Los dolores de parto fueron peor de lo que había imaginado, Malena se juró que no volvería a tener otro bebé, pero después de Mercedes llegaron ocho hijos más”, afirma Ferrari.
Juan José Silvestre Blaquier se instaló junto a su familia en su afamada estancia La Concepción, en el partido de Lobos, provincia de Buenos Aires, Argentina: seis mil hectáreas de tierra fértil, con canchas de polo y lago propio.
Silvestre y Malena vivieron sus años de matrimonio como si fueran eternos novios: viajes a Europa, escapadas románticas a lugares exóticos (con Julia Elena, la madre de Malena haciéndose cargo de los chicos), y regalos deslumbrantes.
Hasta que a mediados de 1959 un fatal accidente volvió a teñir de luto la vida de Mima.
Silvestre, que había viajado a los Estados Unidos para traer un avión que recién había comprado, desaparece en aguas de América Central.
“Malena pasa sus días desesperada, tratando de no quebrarse frente a sus hijos…
El primer mes sin el hombre de la casa fue desolador.
Mercedes y Marina, las mayores del clan, acompañan a su madre en la tarea de criar a los más chicos. Malena no podía ocuparse de otra cosa que no fuera encontrar alguna pista que la llevara a Silvestre”, describe la autora.
La gente empezó a llamarla “viuda de Blaquier”.
“No lo den por muerto”, exclamaba enojada.
Había contratado expertos -radioaficionados, pilotos- para la búsqueda y no perdía las esperanzas. Pero el 14 de agosto de 1959 todo se derrumbó: en una playa en Panamá encontraron un pedazo de la proa del avión.
Y muy cerca de allí un tapado que él había comprado para una de sus hijas… y el cuerpo del piloto Juan Carlos Mendevil.
Recibió la noticia por teléfono.
Solo cuando dejó de llorar sentó a sus nueve hijos en el living de su casa y les dijo:
“Papá murió”.
Tenía 43 años.
Crió a sus hijos -y más a sus hijas- con una premisa clara: “Sean libres”.
Ella fue la primera en seguirla, como un dogma.
Ni la sociedad, ni el qué dirán, ni las ataduras sociales iban a impedirle ser una mujer distinta.
Decidió que la mejor forma de honrar a Silvestre era llevando la vida que él hubiera deseado para su familia.
Una vida con risas, bailes y escapadas a París.
Malena se empeñó en inculcarles la libertad a sus hijos.
Incluso, permitía que los novios de las chicas se quedaran a dormir en su casa.
“Mima era una mujer de una cabeza muy libre y de vanguardia.
Tenía mucho éxito con los hombres porque era una mujer sumamente divertida y bien educada.
Tuvo romances, pero eso pertenece a su intimidad.
No se quiso volver a casar”, cuenta su nieta Ginette Reynal.
A Malena se le adjudicaron affaires con “Jimmy” Dodero Bosch–varios años menor que ella- y con el príncipe Felipe de Edimburgo, entre otros.
El marido de Isabel II de Inglaterra viajó en 1962 a la Argentina en un supuesto viaje de negocios.
La noche del 22 de marzo, la cena oficial de bienvenida al duque fue interrumpida por los comandantes de las Fuerzas Armadas, quienes alertaron al presidente sobre una inminente revuelta militar.
Dos días antes del golpe, el 27 de marzo, por razones de seguridad, el príncipe Felipe se alojó en la estancia “La Concepción”.
En su libro The Royals, publicado en 1997, Kitty Kelley cuenta:
“Muchos creen que hubo un escándalo sexual entre Felipe de Edimburgo, que entonces tenía 40 años, y la señora Magdalena Nelson de Blaquier, una viuda de 50”.
La respuesta de la aristócrata porteña no se hizo esperar:
“Todo esto es un disparate y no quiero perder tiempo aclarándolo.
Todo el mundo sabe que Felipe de Edimburgo vino a la estancia ‘La Concepción’ y que yo fui a Windsor infinidad de veces, por el polo.
Incluso, hace dos años el príncipe Carlos me dijo que su padre hablaba mucho de nuestra estancia y de la Argentina”.
Con su elegancia innata, Malena se abstuvo de desmentir o de confirmar ese romance.
Otra nieta Concepción Cochrane Blaquier, una joven argentino-brasileña ha heredado el espíritu indómito de su antepasado más ilustre, el almirante Lord Thomas Alexander Cochrane, conde de Dundonald, marqués de Maranhão y uno de los capitanes británicos más audaces de las guerras revolucionarias francesas y Almirante de la flota que partió al Perú llevando al General San Martin y al Ejército Libertador.
Hija del millonario brasileño Lair Cochrane y de la socialite argentina Dolores Blaquier.
De hecho, su nombre rinde tributo a “La Concepción”, la finca de su familia materna en Argentina por la que pasaron el duque de Edimburgo, la princesa Benedicta de Dinamarca, el maharajá de Jaipur, Edward Kennedy, Henry Ford y Nelson Rockefeller, entre otros.
El 26 de noviembre de 2016, la familia celebró los 100 años de Malena con una comida en el restaurante del Museo de Arte Decorativo.
Se la veía frágil.
Tres días más tarde, Magdalena Nelson Hunter de Blaquier Elizalde murió.
En el cementerio de Recoleta, sus nueve hijos, 38 nietos, 85 bisnietos y ocho tataranietos la despidieron con aplausos.
Fue una forma de celebrar su vida, como a ella tanto le gustaba.