"Una vez me dijeron que los peces no sienten afecto. Que no se acuerdan. Que no forman vínculos. "Mi nombre es Hiroyuki Arakawa, y he estado buceando en las aguas de Tateyama, al sur de Japón, durante más de 30 años. Bajo la superficie, he descubierto algo que pocos humanos entienden: el respeto y la amistad no son exclusivos de nuestra especie.
Un día, mientras observaba un santuario submarino, encontré un pez loro herido. La llamé Yoriko. Durante diez días, la alimenté, la cuidé y la animé a seguir nadando. Cuando se recuperó, volvió a su vida normal entre los corales… pero ella no se fue del todo. Cada vez que buceo, Yoriko está ahí. Ella me reconoce, se acerca a mí y me saluda como un viejo amigo.
Los científicos dicen que los peces carecen de memoria emocional. Pero Yoriko me busca, me escucha hablar bajo el agua y me mira con ojos calmados que parecen entender. Me he dado cuenta de que a veces, el amor no necesita palabras. Nuestra historia se hizo viral, y mucha gente quedó sorprendida. Pero para mí, fue sólo amistad verdadera… nacido en silencio, en las profundidades del océano. Porque bajo el agua, no hay palabras… solo movimientos que tocan el alma.
"Me he dado cuenta de que los lazos más puros no necesitan ser gritados. Pueden sentirse en silencio. " — Hiroyuki Arakawa ( 荒川 寛幸), un buzo japonés que ha pasado más de tres décadas formando una amistad única y real con un pez llamado Yoriko frente a la costa de Tateyama.