No puedo creerlo… Hace solo un momento, estaba sola, perdida al borde de la carretera, sin esperanza ni fuerza en mis pequeñas patas. El mundo era enorme y aterrador, y yo era tan diminuta, intentando sobrevivir. Mi estómago rugía de hambre, y el miedo me envolvía como una sombra. Pero entonces, algo mágico sucedió.
Apareció un hombre en bicicleta. Al principio no sabía si era real o un sueño; estaba tan débil que apenas podía levantar la cabeza. Pero lo hice… y él me vio. Sus ojos reflejaban bondad, y su mirada me hizo sentir que, por primera vez, alguien se preocupaba por mí. Se acercó con cuidado y me abrazó con una ternura que nunca antes había sentido.
Sus palabras eran suaves, su voz tranquila, y en sus brazos me sentí segura. La soledad y el miedo empezaron a desvanecerse. No entendía completamente lo que pasaba, pero sabía que ya no estaba sola. Él me cargó con delicadeza y me llevó con él. De repente, todo cambió: ya no tenía frío, ni hambre, ni miedo.
Ahora, estoy en un nuevo camino, acompañada por alguien que ve mi valor, que me cuida y me ama. No puedo creer mi suerte. Pasé de ser invisible a ser querida, de estar perdida a tener un hogar. Gracias, querido desconocido, por darme una segunda oportunidad. Nunca olvidaré cómo transformaste mi vida con tu bondad.