Sigmund Freud
CINCO DATOS CURIOSOS SOBRE ÉL QUE QUIZÁ NO SABÍAS.
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Era adicto a la cocaína. Conoció la sustancia en 1880 y empezó a utilizarla con fines terapéuticos, pues, según él, ‘mejoraba su digestión y su humor, además de hacer desaparecer las migrañas’. Tuvo que dejarla a los cuarenta años, ya que empezó a provocarle taquicardias.
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Tenía un Chow Chow como asistente en su consulta. Se llamaba Jofie y calmaba a sus pacientes. Había aprendido a levantarse a la hora a la que acababa cada consulta, de manera que así Freud podía calcular el tiempo que estaba con sus pacientes.
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Tenía pánico al número 69.
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Fue adicto al tabaco, lo que le provocó un cáncer de boca a causa del cual le extirparon una parte de la mandíbula. Necesitó treinta y tres cirugías. Siguió fumando hasta que murió.
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Fue perseguido por los nazis. En 1938 fue declarado enemigo del Tercer Reich y tuvo que abandonar Viena y exiliarse en Londres. Sus libros fueron quemados en público y sus cinco hermanas murieron en campos de concentración, asesinadas por los nazis.
Mucho antes de que la cocaína se convirtiera en la droga de moda en las discotecas de los años setenta, Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, ya era un asiduo consumidor. Cada vez que lo invitaban a una fiesta tenía por costumbre ponerse su mejor pinta y esnifar unos cuantos gramos “para destrabar la lengua”, según le escribió a su prometida en una carta de 1886. Sin embargo, lo que al principio parecía algo inocente, con el tiempo pasó a ser una adicción seria que amenazó con nublar su juicio.
Freud consignó su experiencia con el polvo blanco en una obra titulada Über coca, pero solo ahora salen a la luz detalles de esa oscura faceta que vivió durante doce años. Todos esos secretos están reunidos en An Anatomy of Addiction (Anatomía de la adicción), un libro de Howard Markel, profesor de la Universidad de Michigan, que cuenta cómo el médico austriaco se rindió a los encantos de la cocaína porque creyó que era el elíxir de la vida. Aunque el hilo conductor del texto es su historia, el autor aprovecha para hacer un recorrido por los orígenes de la sustancia, que llegó a ser muy comercializada en Europa y Estados Unidos, mucho antes de que fuera declarada ilegal.
Los exploradores que visitaron Suramérica a principios del siglo XIX llevaron a sus países natales las hojas de coca que vieron mascar a los indígenas, porque querían descubrir cuál era el ingrediente mágico que los hacía resistentes al cansancio y al hambre. Químicos de todas partes del mundo hicieron ensayos con la planta hasta que finalmente, alrededor de 1860, lograron aislar el alcaloide de la cocaína responsable de estimular el sistema nervioso.Fue entonces cuando Freud resolvió dedicarse a estudiar los usos terapéuticos de esta droga en su afán por ganar prestigio entre la comunidad científica de Viena. Investigaciones previas habían demostrado erróneamente que podía curar la adicción a la morfina (común entonces en casi todas las casas porque se usaba para aliviar los dolores) y, por eso, el joven empezó a tratar con el polvo blanco a un amigo que sufría una dolencia crónica. Luego, él mismo la probó. Lo cautivó su efectividad para evitar la ansiedad y aumentar el deseo sexual. No tardó en volverse uno de sus simpatizantes más fieles, y era común que se la recetara a familiares y amigos para “hacer de los días malos, buenos, y de los buenos, todavía mejores”.