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Palabra de deuz …

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cual we de los 400 que existen ?

La egolatría y soberbia en todo su esplendor…

mas bien la libertad de adoctrinaciones, saber que somos nuestros propios creadores, que somos parte del todo, que siempore nos ha mentido las instituciuones para someternos. :wink:

Bbbbbbb tu a saber … lol :grin: :laughing: :rofl: :joy:

«El abogado del diablo»

—Pase, pase, siéntese.
—Gracias.
—Usted dirá.
—Pues verá. Vengo porque me han dicho que es usted un buen abogado.
—La fama me precede.
—Ciertamente, y necesito contratarle, para poner una demanda.
—Me parece muy bien. Me encantan las demandas. ¿Contra quién?
—Contra la humanidad.
—Ah, me parece muy bien. ¿Y el motivo?
—El motivo está claro: competencia desleal.
—Ah, es interesante, estoy especializado en esto, especialmente desde que Judas quiso quitarme el puesto.
—El caso es que, yo siempre he tenido admiradores, personajes que han intentado emular mis hazañas, y la verdad, me sentía halagado, ver esas masas de gente intentando emular mis proezas. Pero es que ahora, la verdad, la competencia me está dejando sin adeptos.
—¿Y la humanidad no tiene el título necesario para ejercer la profesión que ejerce usted?
—En absoluto. Hace tiempo comieron una manzana, lo cual les otorgaba ciertos derechos a tener costumbres negativas, a hacer algunas incorrecciones. Pero aquel chico, Caín, ya empezó con la competencia descarada. Me quitó aquel trabajito que tenía pendiente con su hermano Abel. Luego vinieron Sodoma y Gomorra, no vea usted qué juergas se metían, y qué envidia tenía yo, no poder disfrutar de aquellas orgías, ya que yo tenía que controlar el horno del infierno para que no se apagase. Luego, con las guerras religiosas de la Edad Media, empezaron a ponerme nervioso de veras, pero bueno, pensé, ya se les pasará, al fin y al cabo, aún tenía yo en aquella época más admiradores que gotas hay en el mar. Más tarde, y de forma descarada, se les ocurrió inventar el siglo veinte, y empezaron a hacer todas aquellas proezas, aquellas maravillas que me empezaron a dejar en un ridículo espantoso, y comencé a perder clientela de forma masiva… Sinceramente, me dejaron por los suelos. Y el de arriba empezó a verme con malos ojos. Me decía que, si no podía competir con esos genios de las dos guerras mundiales y otras maravillas, me quitaría el trabajo. La verdad, empecé a ver que mi puesto de trabajo peligraba de una forma muy clara, así que busqué un buen abogado, con el fin de protestar de forma clara contra esa competencia desleal, y, ya ve, aquí estoy. A ver qué se puede hacer.

El abogado se mantuvo pensativo unos instantes, intentando enfocar el problema de su nuevo cliente y su desleal competencia.

—Ummmh. Su caso es muy interesante. Pero déjeme, déjeme ver en Infernet algunos datos sobre esta llamada humanidad, que le está quitando el puesto… Sí, aquí están sus datos… Sí… Sí. Vaya, es fantástico, qué trabajo, qué precisión.
¿Ha visto usted qué destrucciones más bien logradas? Esos muertos, esos desaparecidos… Esos refugiados, contados por millones. Realmente, es un trabajo soberbio. Sin contar esas dos preciosas bombas atómicas. Realmente, un trabajo profesional.
—Ahí, ahí, profesional, sin duda, pero no tienen el título para ejercer. Es competencia desleal. Me están robando el trabajo.
—Pero ¿cree usted que podría haber superado esta calidad, esas muertes tan bien realizadas, esas violaciones y saqueos tan bien ejecutados?
—Eh… No, no, desde luego, claro que no. No sé dónde habrán aprendido esas técnicas, desde luego, pero está claro que son unos profesionales de primera categoría.

El abogado siguió observando los datos. Finalmente, suspiró, y confesó:

—La verdad, su caso está difícil. Para que el de arriba tenga en cuenta su historia, tendremos que presentar argumentos sólidos. A ver: explíqueme algunos de sus trabajos.
—Hombre, así, sin la agenda, no sabría decirle. Una vez engañé a un señor para que me vendiera su alma.
—Sí, pues aquí su competencia ha vendido el alma de millones de hombres, convenciéndoles para que se apuntaran a esas cosas llamadas “ejércitos”. Así que no sirve.
—En una ocasión, hice que unos hombres sacrificaran a una virgen y me ofrecieran su sangre.
—Naaaada, hombre, aquí tengo yo la muerte sistemática de treinta mil inocentes, desaparecidos por haberlos tirado al mar vivos. No hay comparación.
—Uffff, qué difícil me lo pone usted… Ah, sí, sí, una vez, hice que a un hombre lo crucificaran siendo totalmente inocente, y además, era un hombre de paz.
—Lo siento, amigo, pero aquí la competencia ha llevado al reo a millones de hombres y mujeres, por tener ideas que diferían de aquellas que eran de sus propios intereses. Me temo que no vale.
—Pues, la verdad, señor abogado, no sé, qué podría recomendarme usted.
—Mire, le diré lo que vamos a hacer. Creo que, vista su edad, el poco éxito conseguido, y la dura competencia que tiene, lo que puedo tramitar con el de arriba no es una demanda por competencia desleal.
—¿No? ¿Entonces?
—Creo, amigo mío, que le voy a tramitar una buena jubilación.
—¿Jubilarme? Pero si soy inmortal.
—Cierto, amigo, pero hasta lo eterno tiene un final, y ese final le ha llegado a usted. Por lo que me explica, creo que es hora de que deje paso a la humanidad. Son unos verdaderos expertos, y ciertamente, no tiene usted ni idea de cómo pueden llegar a superar todas sus técnicas y métodos.
—Y… ¿podré hacer algún mal algún día, de vez en cuando?
—Está bien, puede usted hacer un poquito de daño si le apetece, pero deje paso a las nuevas generaciones. Esta humanidad promete, aprenda usted de ellos, y quizás, algún día lejano, pueda saber casi tanto como ellos… Y le renueven el contrato.

Escrito en algún momento de finales del siglo XX.

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